domingo, junio 24

II

II
Golpea!
la marea
navega
en bocanadas
de humo,
gira
por la conciencia
de un perverso
libro
de hojas
muertas.


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"es posible
la existencia
de mayores
palabras,
sueños
frágiles
desprendidos."

Estupideces ¡¡¡¡

para eso
gastan la poesía.


No entiendo¿


cual es la plegaria
en la vida
solo quedan
las palabras
como recurso.


...................continua.
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La décima elegía
Que un día, a la salida de esta visión feroz, eleve yo
mi canto de júbilo y gloria hasta los ángeles, que asentirán. 
Que de los claros martillazos (20) del corazón, ninguno 
golpee mal en cuerdas flojas, dudosas o que se rompan. 
Que mi rostro fluido me haga más resplandeciente: 
que el llanto imperceptible florezca. Oh, entonces, cómo 
me serán queridas ustedes, noches de aflicción. 
Cómo no me arrodillé más ante ustedes, hermanas 
inconsolables, para recibirlas; cómo no me abandoné
a mí mismo, más suelto todavía, en su suelto cabello. 
Nosotros, derrochadores de dolores. Cómo por anticipado
los divisamos en la triste duración: por si tal vez 
tienen final. Pero ellos son, desde luego, nuestro 
follaje de invierno, nuestro oscuro verde perenne, 
-uno de los tiempos del año secreto, no sólo tiempo-; 
son lugar, asentamiento, lecho, suelo, domicilio.
Por cierto, ay, qué extrañas son las callejuelas 
de la Ciudad del Dolor, donde en el falso silencio,
fuerte, hecho de gritería, lo que ha sido vertido 
del molde del vacío alardea: el dorado estrépito, 
el monumento estallante. Oh, cómo un ángel 
les aniquilaría, sin dejar rastro, el mercado 
de consuelos, al que la iglesia rodea, la que compraron 
prefabricada: limpia, cerrada y desengañada como 
una oficina de correos en domingo. Fuera, en cambio, cómo 
se encrespan las orillas de la feria. ¡Columpios 
de la libertad! ¡Buzos y malabaristas del afán! 
Y el tiro al blanco de la felicidad acicalada, 
con figuritas, donde los blancos se tambalean 
como de hojalata cuando son alcanzados por un tirador 
más atinado. Del aplauso hacia el azar, sigue él, 
a traspiés; pues se anuncian puestos de todo tipo 
de curiosidades, tocan al tambor y chillan. Pero hay
para los adultos algo más especial que ver: cómo 
se multiplica el dinero, anatómicamente, no sólo 
por diversión: el órgano genital del dinero, todo, 
el conjunto, el procedimiento, esto instruye y hace 
fértil... 
...Oh, pero ahí junto, afuera, detrás de 
las últimas palizadas, tapizadas de anuncios 
de "Sin Muerte", de esa amarga cerveza, que parece dulce 
a sus bebedores, siempre y cuando mastiquen con ella 
diversiones frescas..., exactamente a espaldas 
de las palizadas, exactamente detrás, está lo real.
Los niños juegan, los amantes se toman uno al otro, 
apartados, con seriedad, en la pobre hierba, y los perros 
tienen la naturaleza. El muchacho es atraído más allá; 
quizás ama a una joven Lamentación... Tras ella va 
por praderas. Ella dice: -Lejos. Vivimos allá afuera. 
-¿Dónde? Y el muchacho sigue. Ella lo conmueve con su 
actitud. El hombro, el cuello... quizás ella es de noble 
origen. Pero la deja, se da la vuelta, mira en torno, 
hace una seña... ¿Qué se ha de hacer? Ella es una 
Lamentación.
Sólo los muertos jóvenes, en la primera condición 
de serenidad atemporal, la deshabituación, la siguen 
con amor. Ella aguarda a las chicas y se hace amiga 
de ellas. Silenciosamente les muestra lo que lleva 
consigo. Perlas de dolor y los finos velos 
de la tolerancia. Con los muchachos camina
en silencio.
Pero ahí, donde viven, en el valle, una Lamentación,
una de las más ancianas, se encarga del muchacho, cuando 
él pregunta: -Nosotras éramos, dice ella, una 
gran familia, nosotras, las lamentaciones. Los padres 
trabajaban en la minería, ahí en la gran montaña: 
entre los hombres, a veces encuentras un pedazo 
de dolor original, pulimentado, o lascas de ira 
petrificada del viejo volcán. Sí, esto venía de ahí. 
Alguna vez fuimos ricas.
Y ella lo conduce ligeramente a través del amplio paisaje 
de las lamentaciones, le muestra las columnas 
de los templos y las ruinas de los castillos, desde donde 
antiguamente, los príncipes de las lamentaciones 
con sabiduría gobernaban el país. Le muestra los altos 
árboles de las lágrimas y los campos de la florida 
melancolía. (Los vivos sólo la conocen como follaje 
tierno.) Le muestra los animales del duelo, paciendo, 
y a veces, un pájaro se espanta, y traza en el espacio, 
volando bajo, frente a ellos, de través, al ras 
de su mirada, la imagen escrita de su grito solitario. 
Al atardecer lo lleva a las tumbas de los ancianos 
de la familia de las lamentaciones, las sibilas 
y los señores del consejo. Pero se acerca la noche, 
así que caminan más quedo, y pronto se levanta, lleno 
de luna, el monumento funerario, que vela sobre todas 
las cosas. Es hermano de aquélla del Nilo, la sublime 
esfinge: rostro de la cámara callada. Y se asombran ante 
la cabeza coronada, que para siempre, silenciosamente, 
ha puesto el rostro de los hombres sobre la balanza de las 
estrellas.
Los ojos del muchacho no la aprehenden, todavía 
en el vértigo de la muerte temprana. Pero la mirada 
de la esfinge, desde detrás del borde del pschent, (21)
espanta al búho. (22) Y rozándola en lento frotamiento 
a lo largo de la mejilla, la de redondez más madura, 
el búho dibuja suavemente en su nuevo oído de muerto, 
sobre una hoja doble, abierta, el contorno 
indescriptible.
Y más arriba, las estrellas. Nuevas. Las estrellas
del país del dolor. Lentamente las nombra la Lamentación:
"Mira, aquí: el Jinete, el Bastón, y a la constelación
más llena la llaman: Corona de Frutos. Luego, más allá,
hacia el polo: Cuna, Camino, el Libro Ardiente, Títere,
Ventana. Pero en el cielo del sur, pura como en la palma
de una mano bendita, la clara M resplandeciente,
que significa las Madres...
Pero el muerto debe avanzar, y en silencio la anciana 
Lamentación lo lleva hasta el barranco
donde resplandece la luna: 
la Fuente de la Alegría. Con veneración
ella la nombra, dice: "Entre los hombres
es una corriente que arrastra".
Están al pie de la montaña
y ahí ella lo abraza, llorando.
Sube él, solitario, hacia los montes del dolor original.
Y ni siquiera una vez su paso resuena desde el destino mudo.
Pero si despertaran en nosotros un símbolo, ellos,
los interminablemente muertos, mira, señalarían quizás
los amentos (23) de los avellanos vacíos, colgantes, 
o pensarían en la lluvia, que cae sobre el suelo oscuro en 
primavera.
Y nosotros, que pensamos en la dicha creciente,
sentiríamos la emoción
que casi nos consterna
cuando algo dichoso cae.
 

(20) En el piano, el sonido se produce por mazos que golpean en cuerdas.

(21) La doble corona de los faraones, que representaba la unión del sur y del norte, del alto y del bajo Egipto; la llevó también la esfinge de Gizeh (actualmente, sólo conserva un fragmento).

(22) Anécdota autobiográfica, recogida en una carta a Magda Hattinberg (1 de febrero de 1914), sobre el viaje de Rilke a Egipto a finales de 1910, en el cual creyó escuchar cómo un búho, con el sonido de su vuelo, dibujaba la mejilla de la esfinge: "Detrás del saliente del gorro real que lleva la esfinge en la cabeza, salió volando un búho, y lentamente, con un sonido que se oía de modo indescriptible en la limpia profundidad de la noche, con su suave vuelo fue rozando su rostro: y en aquel momento, en mi oído, que por el hecho de haber estado horas y horas en el silencio de la noche había adquirido una agudeza muy especial, surgió el dibujo del perfil de aquella mejilla, como por un milagro."Sin embargo, Rilke escribió a Muzot sobre la imaginería egipcia de esta elegía, que "el país de las lamentaciones, por el que la anciana Lamentación guía al joven muerto, no debe identificarse con Egipto, sino verse como sólo una especie de reflejo del país del Nilo en la claridad de desierto de la conciencia del muerto."

Rainer María Rilke

“Las Elegías de Duino”



sábado, junio 2

Adagio

I

No!

sigues golpeando
las cuerdas vencidas
agitando
la melancolía


Adelante!
termina
los males
en silencio

Grita!
de día
predicando
un suspiro

Calla!
tu voz
nunca
me dará
calma

el día.....